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MENSAJE A LAS 7 IGLESIAS 6TA PARTE MENSAJE A ÉFESO 2. YO CONOZCO TUS OBRAS

  • LA VERDAD EN YESHÚA
  • 19 feb 2019
  • 12 Min. de lectura

MENSAJE A LAS 7 IGLESIAS 6TA PARTE

MENSAJE A EFESO 2

YO CONOZCO TUS OBRAS Y TU ARDUO TRABAJO

¿Qué es la apariencia? Es el aspecto exterior de una persona o cosa, verosimilitud, probabilidad, cosa que parece y no es, manera de presentarse a la vista o al entendimiento de una persona.

La apariencia puede venir del deseo de esconder de los demás motivos reales, o sentimientos. La hipocresía no es simplemente la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace.

Es decir, una persona de apariencia, es aquella que pretende que se vea la grandeza y bondad que construye sobre sí misma, propagándose como ejemplo y pretendiendo o pidiendo que se actúe de la misma forma, además de que se glorifique su accionar, aunque sus fines y logros están alejados a la realidad.

El que vive de apariencias es una persona que esconde sus intenciones y verdadera personalidad.

Hay algo que debemos tener claro, no hay ni las mas remota posibilidad que escondemos algo a DIOS.

Es más, aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

Cuenta el número de las estrellas, y a todas ellas les pone nombre. Grande es nuestro Señor, y muy poderoso; su entendimiento es infinito.

Él es quien revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con El.

Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre

Porque sus ojos observan los caminos del hombre, y El ve todos sus pasos. No hay tinieblas ni densa oscuridad donde puedan esconderse los que hacen iniquidad.

El SEÑOR mira desde los cielos; El ve a todos los hijos de los hombres. Desde el lugar de su morada El observa a todos los habitantes de la tierra; El, que modela el corazón de cada uno de ellos; El, que todas las obras de ellos entiende.

Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos. Oh SEÑOR, tú me has escudriñado y conocido Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh SEÑOR, tú ya la sabes toda.

¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea? --declara el SEÑOR. ¿No lleno yo los cielos y la tierra? --declara el SEÑOR.

¿no se habría dado cuenta Dios de esto? Pues El conoce los secretos del corazón.

Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Yo, Jehová, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.

Apocalipsis 2:23

Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.

Nótese que estos 2 últimos pasajes corroboran la deidad de YESHÚA.

Cuando YESHÚA dice 7 veces algo, es porque debemos prestar extremada atención a ello, y al ángel de las iglesias en su presentación les dice: YO CONOZCO TUS OBRAS!!. Esto quita toda posibilidad de que EL ignore el más mínimo detalle. Si bien sus mensajeros están en su mano, EL está en medio de la iglesia, simbolizada por los siete candeleros de oro. EL conoce todo lo que ocurre en la iglesia, lo bueno, lo malo, está presto para intervenir en el momento preciso y cuando EL intervenga no será muy agradable. YESHÚA, por medio de Juan, desea de esta manera explicitar su conocimiento íntimo y cercano a la realidad de cada una de las iglesias a las que se dirige. Son, de hecho, "Sus iglesias".

Comienza aquí la segunda división principal de este libro, en la que se mencionan diversos aspectos clave relacionados con la iglesia. Estos aspectos clave o críticos serán abordados por el escritor de este libro, el Apóstol Juan, mediante una serie de cartas o escritos en los que Dios se dirige a siete iglesias. Y si bien es cierto que estas siete iglesias eran congregaciones históricas situadas en la zona de Asia Menor, muchas de ellas fundadas décadas atrás por el Apóstol Pablo en sus viajes misioneros, también es verdad que sirven para ejemplificar los diferentes tipos de iglesias que han existido y que existirán a lo largo y ancho de la historia de la humanidad. Como decía el poeta: "¿Acaso hemos cambiado tanto a lo largo de los tiempos? Apenas nada". Y como podremos ver, lo que Cristo dijo a estas iglesias fue y sigue siendo relevante a lo largo de todos los tiempos.

Estas siete iglesias a las que se dirigen las cartas en los capítulos 2 y 3 son muy significativas en diversas maneras. En primer lugar, cuando Juan escribió este libro, estas iglesias eran reales y estaban situadas en las ciudades que se mencionarán. Sin embargo, aparentemente, no eran las más importantes de aquellos días dado que sólo dos, Éfeso y Laodicea, aparecen mencionadas anteriormente en la Biblia. No obstante y como ya hemos mencionado, al igual que las cartas del Apóstol Pablo a otras iglesias que él mismo fundó, el mensaje que contienen concierne y resulta perfectamente válido para todas las iglesias en todas partes y en todos los tiempos.

De todas las iglesias que se podían haber elegido (como Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Corinto, Roma, Colosas o Hierápolis), sólo estas siete fueron seleccionadas.

Ahora bien, ¿por qué ocupa Éfeso el primer lugar en la lista de las siete iglesias mencionadas por el Apóstol Juan? La respuesta es sencilla y las razones son varias: En los tiempos de Juan, Éfeso era el puerto más importante de toda Asia y era conocido con el sobrenombre del "Mercado de Asia". Por si ello fuera poco, todas las carreteras del valle del Caistro, que era el río a cuya orilla Éfeso fue edificada, convergían en ella. De esta manera, Éfeso era el pórtico de Asia para todos aquellos que provenían desde Roma y era también el paso obligado para todos aquellos que iban hacia Roma. Su peculiar situación terminó convirtiendo a Éfeso en la ciudad más importante, rica y relevante de Asia en aquella época.

Éfeso disfrutaba, además, de un elevado reconocimiento social, dado que tenía el estatus de ciudad libre, honor sólo conferido a algunas poblaciones por los servicios prestados al imperio romano. En Éfeso, además, se celebraban los juegos atléticos más importantes de Asia.

Recordemos que el Apóstol Pablo permaneció en Éfeso más tiempo que en ninguna otra ciudad. Seguramente en ningún otro lugar estuvo Pablo más íntimamente relacionado que con los ancianos o responsable de la iglesia de Éfeso, como revela íntimamente su discurso de despedida en el libro de los Hechos, capítulo 20.

La iglesia cristiana de Éfeso fue establecida por el Apóstol Pablo en su tercer viaje misionero (narrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles), y entre sus dirigentes espirituales se encontraban Aquila y Priscila, Apolos, Timoteo y el mismo Juan. Las así llamadas "siete estrellas" son los mensajeros que representan a las siete iglesias; Cristo los tiene en Su mano y eso significa que es Él quien controla a la iglesia. Los mencionados "candeleros de oro" eran lámparas portátiles hechas de oro que daban luz a partir del aceite que llevaban en sí. Cada candelero representa a una iglesia y su luz representaba la verdad y vida que irradiaba de cada una de esas comunidades. Recordemos que en las Escrituras el número siete representa todo lo que es completo, por lo que estos siete candeleros representan a las iglesias de todos los tiempos.

CONOZCO TU ARDUO TRABAJO:

A lo largo de las Escrituras, podemos ver cómo Dios no le pide al mundo que realice buenas obras con el fin de ganarse la amistad de Dios y el perdón de los pecados. El Apóstol Pablo, escribiendo en su carta a su discípulo y amigo Tito, dice en el capítulo 3, versículo 5: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo". Eso es lo importante. De la misma manera, en su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 5, dice el Apóstol: "Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia".

Cristo está hablando aquí a los Suyos, a los que forman la iglesia de Éfeso y que ya que han sido salvos. Por eso alaba sus buenas obras, no porque fueron realizadas para ganar Su perdón y salvación, sino por amor a las personas como reflejo del amor de Cristo por el ser humano. Por eso, el Apóstol Pablo escribió a la iglesia de Éfeso una carta en la que les recordó lo siguiente: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef. 2:8-10).

Esto es importante de notar de nuestra parte. Alguien ha dicho que el creyente debería ser como un buen reloj, todo de oro, con el rostro abierto, que marche regularmente, en el que se pueda confiar y lleno de buenas intenciones y buenas obras. Así es que, Él le está diciendo aquí a esta iglesia, como lo dijo el Apóstol Pablo: "Sed llenos del Espíritu Santo". (Ef. 5:18).

El Señor comienza pues alabando a estos creyentes por sus buenas obras. A lo cual añade: "Y su arduo trabajo". ¿Cuál es la diferencia entre "buenas obras" y "arduo trabajo"? La palabra "trabajo" implica aquí una buena dosis de cansancio.

“… Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58). Mas, fijémonos en la condición anotada en el texto, que regula el fruto prometido.

Lo primero aquí, nuestro trabajo. Cristo nos salvó, no solo para salvarnos, sino para servirle: “… habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios… ” (Ro. 6:22). A diferentes horarios se escucha la pregunta inquisitiva del Señor: “¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? (Ver Mt. 20:6). Desde el pozo de Jacob, el Maestro dice a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4:35). Y en voz del Heredero de la viña oímos su propio ejemplo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jn. 9:4). Nuestro Señor espera que fructifiquemos. Como dijo el inspirado himnólogo Isaiah Baltzell: “el que quiera trabajar, hallará también lugar, en la viña del Señor”.

Lo segundo, es que nuestro trabajo sea en el Señor. Los cristianos somos pámpanos de la Vid verdadera, que es Cristo. Él mismo nos enseñó: “separados de mi, nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Hay algunos requerimientos para que lo que hacemos, sea realmente en el Señor:

1. Debemos hacerlo, en comunión con él. Somos tripartitos en esencia. Somos un espíritu, que tiene alma y que habita en un cuerpo (Ver 1 Ts. 5:23). Por tanto, los cristianos podemos laborar, y a la vez orar. La siguiente fue una frase peculiar de los profetas Elías y Eliseo: “Vive Jehová, en cuya presencia estoy” (1 R. 17:1; 18:15; 2 R. 3:14; 5:16). En ninguna de las veces, dijeron esta expresión de rodillas en el templo, sino mientras laboraban para Dios. Así que, sin descuidar nuestras citas a solas con el Maestro, se puede también trabajar para el Señor, y a la vez estar en el Señor.

2. Debemos trabajar en el Señor, obedeciendo el diseño divino que se nos ha entregado. En una de las obras para Dios más excelsas conocidas en la Biblia, a saber, la construcción del Tabernáculo, Dios le ordenó a Moisés: “Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte (He. 8:5). Aquel santuario desmontable, era un tipo glorioso de Cristo, en su relación redentora y sacerdotal con los hombres, hasta llevarnos para siempre a la presencia de Dios. Este ejemplo dice suficiente a los obreros de la Iglesia, sobre la responsabilidad que pesa en nosotros, de obrar conforme a la Palabra, porque eso garantiza en gran medida, que lo estemos haciendo en el Señor.

3. Otro aspecto que certifica que nuestro trabajo sea en el Señor, es que lo hagamos para la gloria Suya. Cuando en Listra, Pablo y Bernabé fueron usados sobrenaturalmente para levantar al hombre imposibilitado de los pies, la multitud confundida, los consideró dioses, y vinieron para ofrecerles sacrificios. Pero “Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo… ” (Hch. 14:14-15). Se necesitan hoy obreros de este calibre, que rasguen de sí toda vanagloria, y cumplan este requisito del hacer por Dios: “revestíos de humildad… ” (1 P. 5:5). “Hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31). “… para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (1. P. 4:11).

4. El último que queremos acotar aquí, para que nuestro trabajo sea en el Señor, es que debe hacerse en armonía con el Cuerpo de Cristo, la iglesia. “El cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Co. 12:14). “Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso (1 Co. 12:18). En el Cuerpo de Cristo, todos los miembros tenemos una función. En la obra, “… uno es el que siembra, y otro es el que siega… otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores” (Jn. 4:37-38). ¡Qué bien sabía Pablo trabajar en el equipo del Señor! Este es su ejemplo: “Yo sembré, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co. 3:6). En todo lo que hacemos en la iglesia, hay que discernir el cuerpo del Señor. No hacerlo, puede ser altamente peligroso ( 1 Co. 11:29).

Amados, si trabajamos, de acuerdo a la enorme demanda de obreros que tiene la Viña (. Mt. 9:37), y si mientras laboramos, lo hacemos en comunión con Él, para la gloria Suya, conforme al modelo divino y en concordia con el Cuerpo, no estaremos golpeando el aire ( 1 Co. 9:26). Habrá fruto sano y abundante en nuestra labor para Él. Siempre hay que ser paciente, pero en algún momento, la producción será manifestada: “Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía” (Stg. 5:7).

Efesios 6:5-8 “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.

”Lo que llamó mi atención en el pasaje anterior es la frase: “Obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo”. Debemos tratar a nuestros jefes, nuestros amos terrenales, con temor y temblor con sencillez de corazón como si tratáramos a Cristo “¡COMO A CRISTO!” esto me parece sorprendente. Me forza, en la interacción con mi jefe, a tratarlo o tratarla con la misma reverencia -con temor y temblor dice la Palabra- como si tratara a ¡Cristo! Dios considera esto muy importante porque lo repite casi exactamente con las mismas palabras en el libro de Colosenses. En el capítulo 3:2-25 leemos:

Colosenses 3:22-25 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.”

Cualquier cosa que hagamos tenemos que hacerla de corazón, ¡Cómo si se lo hiciéramos al Señor! Y en el principio del pasaje anterior lo vemos de nuevo: tenemos que obedecer a nuestros amos terrenales.

Sin embargo los versos anteriores no son los únicos que hablan sobre relaciones laborales. Aquí hay algunos más:

1 Timoteo 6:1-2 “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina. Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta.”

La segunda parte del pasaje anterior habla de aquellos cuyos amos son creyentes, y ordena que los siervos de esos amos ¡no deben despreciarlos! En otras palabras, si tu jefe es Cristiano ¡No te aproveches de eso! El hecho de que tu jefe sea cristiano no significa que tienes el derecho de ser flojo y “relajarte”. De lo contrario, debemos incluso más fervientemente servir a nuestros jefes cristianos porque los que se van a beneficiar son creyentes amados de Dios. La Palabra de Dios no termina ahí con los pasajes anteriores. Continuando más delante en Tito 2:9-10 dice:

Tito 2:9-10 “Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.”

1 de Pedro 2:18-20 “Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Más si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.”

¿Cuál es la conclusión de todo lo anterior? Yo no creo que haya mucho que entenderse: la Palabra de Dios ordena que debemos someternos en todo a aquellos que servimos. Debemos darles buen servicio como si fuera el Señor. Eso no se refiere solamente a nuestros jefes. La Palabra de Dios habla de siervos y aquellos a quienes sirven. Puede que tengas negocio propio: aquellos a quienes sirves, tus clientes, son tus “jefes”. En general, sirve siempre COMO AL SEÑOR. A mucha gente no le gusta el trabajo que hace; les gustaría hacer otra cosa. Los mandamientos anteriores del Señor no tienen ninguna condición adjunta, ni si quiera la condición “Si te gusta lo que haces”. Mucho se revelan en contra del trabajo que Dios les ha dado y en vez de avanzar y aceptarlo y estar agradecidos retroceden en amargura o hacen el trabajo simplemente anhelando hacer otra cosa.

AsÍ que, de esto podemos deducir que el trabajo en el SEÑOR no se limita a lo que hacemos en la iglesia, todo lo que hacemos debemos hacerlo como si fuera para EL SEÑOR, que nuestro trabajo secular forme parte de nuestro servicio al ETERNO.

NOS VEMOS EN EL PREÁMBULO DE LAS BODAS DEL CORDERO CON VESTIDURAS RESPLANDECIENTES

 
 
 

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